Crónica
Instantes de una noche
Los cubículos donde se atiende a
los pacientes, cinco, son como pequeños escenarios donde se condensan los
instantes que dan vida a la unidad del hospital, en continuo movimiento. Por momentos,
ninguno está vacío. En el primero, un borrachito duerme plácidamente con la
ayuda de un suero que le ha devuelto el color a sus mejillas. El segundo y el
tercero, aún sin gente, presentan cortinas descubiertas. En el cuarto, un señor
de la provincia Muñecas, con traumatismos, aguarda sumiso en una camilla a que
le coloquen la muñeca en su sitio. Y en el último espera un joven con la cara
inflamada. Se durmió con varias copas de más y fue atacado por guardias
privados en la zona de la Buenos Aires.
El primero en desfilar hacia la
calle es el muchacho. No tiene dinero y promete volver al día siguiente.
"La mayor parte no regresa", lamenta el doctor Romero. Ese es el
particular infierno de la sala de emergencias, pues los médicos se sienten
impotentes cuando los pacientes no tienen con qué cancelar los gastos y sólo
pueden autorizar pagos diferidos en los casos más graves, los que se debaten
entre la vida y la muerte.
Pese a todo, los insumos no son
caros. "Un suero cuesta entre 10 y 12 bolivianos. Una placa de tórax,
53", comenta Gloria Gonzales, más conocida como la "trica
tranca". "Cada vez que estoy de turno —explica— llegan tres casos de
intoxicación, tres de apuñalamiento, tres traumatismos... y así sucesivamente.
Atraigo ambulancias (ríe)".
Dicho y hecho. A las 23.20 se
asoma por la puerta el segundo apuñalado de la noche. Es una mujer y los
doctores le rodean de inmediato. Tiene en el vientre, adolorido, sangre todavía
fresca, y luego de un examen de unos minutos la derivan a otro hospital, pues
dispone de un seguro que le cubre en otro centro. "De todos estos casos,
así como de los intentos de suicidio, emitimos el parte correspondiente para
las fuerzas del orden", dice la doctora Gonzales.
Tras el rojo sonido de la
ambulancia, otra vez de salida, viene la calma, pero apenas dura un cuarto de
hora, tiempo suficiente para poner al día expedientes en los que vidas anónimas
quedan labradas a través de cifras, letras y signos.
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