El Laberinto de la Soledad
Diana Calderon
Octavio Paz
“El Laberinto de la Soledad”, es
un estudio del mexicano, no del criollo ni el mestizo, no del indígena, ni el
descendiente de padres o abuelos extranjeros, no del chilango o el jalisquillo,
tampoco del jarocho ni del norteño: sino de todos ellos y muchos más. Su
vigencia es impactante. Contiene ocho capítulos y un apéndice en los cuales
recorre la historia de México. Sus momentos simbólicos y dramáticos. Su lectura
es un deleite.
Es curioso como inicia Paz su
ensayo: habla sobre el adolescente y su asombroso descubrimiento de sí mismo,
que lo lleva por conclusión, a una consciente soledad en el mundo. ¿Qué somos y
cómo realizaremos eso que somos? La adolescencia, ese preciso momento en que
tomamos conciencia de nuestro ser, es comparado por el autor con los pueblos
“en trance de crecimiento”. El México pos revolucionario, dejó un país en etapa
reflexiva que necesariamente lo llevó a la auto contemplación. Fue entonces,
cuando afloraron distintos niveles históricos que convivían, o se enfrentaban,
en un mismo presente. México, estaba hecho de distintas razas, además de las
diferentes lenguas, que ya de por sí marcaban una brecha por entender.
Mexicanos que no se mezclan y que
se autonombran Pachucos. Es decir, “Bandas de jóvenes generalmente de origen
mexicano, que viven en las ciudades del sur, que se singularizan por su
vestimenta conducta y lenguaje”. Personas que no quieren volver a su origen
mexicano, pero que tampoco quieren pertenecer al sistema americano. El Pachuco,
según Octavio Paz, “Es uno de los extremos a los que puede llegar el mexicano”.
Siempre marginal, al Pachuco le gusta irritar a la sociedad, entonces, y sólo
entonces, el Pachuco encuentra su lugar en el mundo y por lo tanto, su razón de
ser. Se siente libre de romper las reglas, de conocer lo prohibido, en pocas
palabras, de desafiar al sistema.
Paz niega el supuesto complejo de
inferioridad que caracteriza al mexicano. “Sentirse solo no es sentirse
inferior sino distinto”, de hecho, la soledad no es una ilusión, es la vida
contemplada con los ojos abiertos. La soledad del mexicano, tiene sus raíces en
su profundo sentido religioso, y en la muerte, la compañera perfecta de la
vida. Sólo en México se rinde culto a la muerte pues se sabe dadora de vida.
Las máscaras del mexicano, sus
mentiras, reflejan sus carencias, lo que fuimos y queremos ser. El ejemplo que
usa el autor es en verdad desconcertante: De niño, escuchó un ruido y al
preguntar quién era, una sirvienta recién llegada le contestó: “No es nadie
señor; soy yo”. Alguien se vuelve nadie y sin embargo, está presente siempre.
La contradicción forma parte del
mexicano. “Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo” y
las Fiestas populares, resultan el desagüe idóneo para tal efecto.
En todos los rincones de México
existen sus Ferias y tradiciones, aún en los más miserables. Los ricos, la
minoría que no es pueblo, no festejan, sus reuniones son frías y ni por
equivocación se faltan los modales. “Las Fiestas son el único lujo de México”.
Uno de los festejos que más llama
la atención: es el día de muertos. Ya desde antes de la llegada de los
españoles, los indígenas creían que la vida se continuaba con la muerte, y de
hecho, la vida misma se alimentaba de la muerte. Nada más privilegiado en vida,
que ser sacrificado para los Dioses. Mientras que para los cristianos la muerte
es la antesala a otra vida, para los aztecas, la manera de participar fundirse
con las fuerzas creadoras. Para los aztecas, ni la vida ni la muerte les
pertenecía, todo era un capricho de los dioses. La religión y el destino,
trazaban la vida de sus hijos. “La conquista de México, sería inexplicable sin
la traición de los dioses, que reniegan de su pueblo”.
Cabe mencionar que esta parte de
los hijos de la Malinche.
Se trata de una dura crítica al
capitalismo. Sistema económico o modo de producción (según Marx) donde la
condición humana es rebajada hasta sus últimas consecuencias. El individuo se
vuelve obrero, número de fábrica prescindible. Produce mercancía que el mismo
consume. Se disuelve en la masa y entonces cobra significado. Ahora pertenece a
una clase. Luego, volviendo a aterrizar en tierras mexicanas, el autor
sorprende con una frase demoledora. “El mexicano no quiere o no se atreve a ser
el mismo” Demasiados fantasmas lo habitan: la conquista, la colonia, la
independencia, las guerras contra Francia y Estados Unidos “nuestro buen
vecino”, demasiados abandonos por parte de los dioses. Sin embargo, los
mexicanos tenemos una manera de exorcizar a nuestros demonios. Un grito es
suficiente para afirmarnos ante lo exterior, ante los demás: ¡Viva México hijos
de la Chingada! Y ¿quién es la Chingada?, ¿a quién o quienes se dirige tal grito
de guerra? No es casual por supuesto, que el 15 de septiembre, aniversario de
la independencia, todo México, embriagado de seguridad y orgullo, lo grite. Y
tampoco es casual que la figura materna, por un lado falsamente respetada, sea
el blanco de la agresión.
La Chingada, es la mujer abierta,
violada, es el resultado del conquistador, penetrando por la fuerza a la mujer
indígena. Sin embargo, los hijos de la Chingada son los otros, los no
mexicanos, los malinchistas.
Y Así, la Chingada y la Virgen de
Guadalupe, ambas figuras pasivas, representan el amor -odio del mexicano hacía
sí mismo. Al gritar, ¡Viva México hijos de la Chingada! Continuamos gritando
nuestra voluntad de cerrar los ojos al pasado.
Al llegar los españoles al nuevo
continente, encontraron una civilización perfectamente estructurada:
Mesoamérica. La próxima Nueva España comprendía el centro y sur del actual
México y parte de Centroamérica, además, se encontraba poblada con distintas
culturas peleadas entre sí y con enemigo común: los últimos pobladores del
Valle de México, los aztecas.
Posteriormente, el catolicismo se
convierte en el corazón de la Nueva España y los indígenas, conscientes de su
orfandad, abrazan al Cristo ensangrentado, al Cristo humillado pues de alguna
manera, ven un certero reflejo de su realidad. Hay que hacer notar, que la
decadencia del catolicismo europeo coincide precisamente con esta época.
La Nueva España, no sobresalió
por un arte, mito o pensamiento originales. No poseemos a ningún reformador o
místico de importancia. Pero es quizás Juana de Asbaje o Sor Juana Inés de la
Cruz, la figura más representativa de la colonia. Poeta, monja Jerónima, autora
dramática y profundamente adelantada a su tiempo. Feminista antes de las
feministas, lectora de Platón y Aristóteles, Sor Juana representa la más pura
reflexión intelectual. Cree en Dios, pero siempre busca una explicación
racional de las cosas y es precisamente, en un mundo donde sólo las
afirmaciones puras y las negaciones puras pueden existir, donde queda fuera la duda
y el examen. “Su doble soledad, de mujer e intelectual” la coloca como la
primera mujer moderna de México.
La Revolución mexicana, tampoco
tuvo precursores ideológicos conscientes de la verdadera situación del país. En
México necesitaba: “Sufragio Efectivo no reelección” los males del país se
debían a la eterna presencia del general Díaz y sus “científicos” en el poder.
Madero, de cuna terrateniente, no se daba cuenta de la naciente clase obrera
mexicana y de la explotación de los caciques hacia los campesinos. Doroteo
Arango, mejor conocido como Pancho Villa y Emiliano Zapata, ambos surgidos del
pueblo mismo lo entendían. Aun así, sus limitaciones se hacían evidentes. Los
líderes revolucionarios se amparaban en sus respectivos planes para cambiar las
estructuras políticas y económicas del pueblo.
Octavio Paz define de la
siguiente manera a la “Inteligencia” mexicana: “sector que ha hecho del
pensamiento crítico su actividad vital” aunque señala que la obra de esta
“Inteligencia” no se encuentra del todo en libros, sino más bien en su
influencia en la obra pública. Y es José Vasconcelos, el fundador de la
educación moderna en México, el primero en citar. Miembro del grupo ateneo,
Secretario de Educación Pública que pretende continuar la obra de Justo Sierra:
ampliar la educación elemental y perfeccionar la enseñanza superior.
Vasconcelos funda sus principios educativos en la tradición. La nueva
educación, anota Paz, “se funda en la sangre, la lengua y el pueblo”. El
filósofo y escritor, nutre su proyecto con la revolución, colaboran poetas,
escritores, pintores, artistas en general, que como Vasconcelos, siente al
periodo revolucionario como la verdadera cara de México. Emergen las artes
populares, los muros son para los muralistas y se fundan escuelas en todos los
rincones de México. La literatura mexicana, reflexiona sobre la conquista y el
pasado indígena, y los autores más atrevidos en la reciente revolución.
Concluye Paz, “exceptuando la
revolución hemos vivido nuestra historia como un episodio de la del mundo
entero. Nuestras ideas, así mismo, nunca han sido nuestras del todo, sino
herencia o conquista de las engendradas por Europa” Sin embargo, sostiene “el
mundo moderno ya no tiene ideas” México, a partir de su conquista, fue
influenciado por las ideas liberales, que como el mundo mismo, se tenían que
actualizar. La diferencia histórica de una Europa: vanguardia de las artes, las
guerras, las ideas y el pensamiento filosófico, con un México nacido de la
violencia y cursando un tiempo histórico distinto, fue lo sucedido.
“La revolución no ha hecho de
nuestro país una comunidad o siquiera una esperanza de comunidad”. Sin embargo,
como todas las revoluciones del mundo, -la de México fue la primera del siglo
veinte- ninguna ha terminado satisfactoriamente su labor.
Sorprende la visión y crítica de
Paz hacia los países comunistas y la “cristalización” de la “Dictadura del
Proletariado” encarnado por la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas y
Socialistas. Su carácter visionario es evidente. Finalmente el autor nos hace
reconocer que “muy pobres son nuestros instrumentos intelectuales, hemos
pensado muy poco por cuenta propia. Pero somos nosotros los equivocados, no la
historia” Aunque también nos recuerda “Somos por primera vez en nuestra
historia, contemporáneos de todos los hombres”.
“El hombre es el único ser que se
siente sólo y el único que es búsqueda de otro”. Para el Nóbel Mexicano, la
soledad lleva irremediablemente a la conciencia. Nacemos y morimos solos. Pero
también somos capaces de traspasar nuestra soledad mediante el amor como
“elección, libre elección acaso de nuestra fatalidad, súbito descubrimiento de
la parte más secreta y fatal de nuestro ser”. Las relaciones amorosas están
viciadas por culpa de la sociedad, misma que impide la libre elección. La mujer
es presa de su imagen; impuesta por una sociedad básicamente masculina.
Para la sociedad, el amor
equivale a tener hijos pues la familia, es el primer reflejo de la sociedad. La
doble moralidad aterriza directamente en el concepto del Matrimonio, es decir
la naturaleza conservadora de la pareja. Al amor garantizado
constitucionalmente.
El verdadero amor es antisocial y
revolucionario, y es precisamente en la adolescencia, en dónde se expresa en su
forma más pura y contradictoria. La adolescencia no implica únicamente soledad
sino “los grandes amores, el heroísmo y el sacrificio”.
El ensayo cierra con una unas
últimas reflexiones sobres las Ferias, las Máscaras y algunas constantes que
acabas de leer. Espero haberte hecho el paro y te invitó a acercarte a la obra
de Octavio Paz.
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