Rosario Espinal
RAUL GUTIERREZ TOXQUI
Artículo publicado el miércoles
24 de abril de 2013 en el periódico HOY y en los portales de Acento y Noticias
SIN
En las comparaciones
internacionales, República Dominicana aparece con baja calidad en la educación,
poca transparencia gubernamental y mucho despilfarro público; y además, con
muchos accidentes de tránsito. Estos accidentes son una pandemia dominicana, causada
no por un virus ni una bacteria, sino por la irresponsabilidad de muchos
dominicanos y del Estado.
La mayoría de los accidentes en
el país se deben a las imprudencias de los conductores y a la falta de medidas
públicas adecuadas para organizar el buen flujo del tránsito. Unos conducen a
alta velocidad y también embriagados, otros en motores temerarios sin cascos y
hasta con varios familiares montados.
El país es también líder
internacional en el número de yipetas por habitantes que circulan en las calles.
Estos vehículos dan la sensación de poder al conductor, que con facilidad
presiona el acelerador sin pensar que los de debajo, que son la mayoría, corren
el riesgo de ser arrasados. Vuelan como si estuvieran en naves espaciales, y lo
hacen en carreteras, avenidas, y hasta en calles estrechas.
Como muchos dominicanos son
temerarios en el guía, se necesita un Estado que con eficacia organice el
tránsito. No en base a la arbitrariedad de un AMET que un día más que otro pone
multas, sino con sanciones regulares a todo el que viole las reglas
establecidas. Cómo evitar el soborno a los agentes es siempre una interrogante,
pero mientras exista el cohecho, es difícil aplicar las leyes o hacer que la
ciudadanía las cumpla. Ahí tiene un reto el Estado.
Las autoridades de Obras Públicas
y municipales tienen también que tomar medidas para hacer el sistema vial
dominicano más seguro y reducir el número de accidentes.
Por ejemplo, se sabe desde hace
mucho tiempo que el Malecón es peligroso y hay determinadas curvas donde un
vehículo a alta velocidad puede volcarse; y la probabilidad de descarrilarse es
aún mayor cuando la avenida está húmeda. ¿Por qué entonces no se han tomado
medidas correctivas con semáforos, divisiones lumínicas de carriles, y
señalamientos claros para alertar mejor a los conductores?
O tomemos el caso de la carretera
nueva Santo Domingo-Samaná. No hay que ser ingeniero para darse cuenta que esa
carretera es un peligro de cabo a rabo. Hay elevaciones repentinas
conjuntamente con curvas, y profundas zanjas a ambos lados de los carriles. Es
un cuadro para que se produzcan muchos accidentes. De hecho, la última vez que
hice ese viaje vi cuatro accidentes en el regreso a Santo Domingo. Increíble
ese alto número para un trayecto relativamente corto.
Tenemos también la proliferación
de motores para usos múltiples. Muchos motoristas son imprudentes e
irresponsables. Rebasan de cualquier lado, no usan casco, y además, montan toda
su familia en la cola. He visto un padre, la madre y dos hijos pequeños en un motor
tranquilamente transitando. Todos sin casco. Se dirá que por falta de dinero es
su única forma de transportación, pero aun así, los padres deberían pensar en
el impacto negativo que tendría para la familia si se produce un accidente. Y
si no se percatan, las autoridades deben restringir esa práctica con campañas
de educación y multas.
Es tiempo de que el gobierno
dominicano tome en serio el problema de los accidentes de tránsito y adopte
medidas preventivas eficaces. No es tan complicado ni costoso hacerlo, pero se
necesita empeño, preocupación por la seguridad ciudadana, y entender que son
muchas las personas que pierden su vida o quedan incapacitadas por esos
accidentes que traen luto y dolor a muchas familias, y grandes pérdidas
económicas a la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario