miércoles, 1 de mayo de 2013


EL REGIONALISMO MEXICANO
Una paradoja de la vida.

Cristal Lobato Galindo

Hablar del regionalismo en el caso mexicano es bucear en lo más profundo del océano de la cultura, tradiciones, formas de vida y comportamiento de cada una de las personas y los pueblos que integran este hermoso país.
Por ello es importante en primera instancia definir el concepto de regionalismo como lo hace el autor del libro Regionalismo y federalismo, esto es:
Como el proceso políticamente intencionado y activamente emprendido, en ara de aumentar la cohesión entre un grupo de entidades políticas sobre todo un grupo de Estados, y su relevancia en el ámbito internacional.1
Donde cabe señalar que esa es la identidad que sin lugar a duda nos ha hecho únicos, que tales diferencias son el circulo que nos distingue; pero que a pesar de esto no cabe la menor duda que el pueblo mexicano, ha encontrado esa eficacia para relacionarse de norte a sur.
Además de no dejar aun lado que el regionalismo lo podemos interpretar de la siguiente manera:
 “se emplea para referirse tanto una ideología como un movimiento político más o menos organizado en cuanto ideología, el regionalismo describe y explica los problemas y realidades regionales (aspecto existencial del regionalismo).2
De esta manera es posible mencionar que desde antaño el regionalismo ha jugado un papel muy importante en el pueblo mexicano que en el ámbito de esa integración, es como se ha podido encontrar una serie de procesos lo cuales siempre se han visto desde la organización de todas las regiones, que aunque haya diferencias, siempre habrá el signo de unidad y diversidad para un mejor fortalecimiento.

En este sentido, el pueblo mexicano es el blanco y el negro, lo fuerte y lo débil, lo amable y lo decisivo, lo abierto y lo cerrado como allá en los años 50 el maestro Octavio Paz lo definiera en su obra “El laberinto de la soledad”. Es entonces que tratar de definir la esencia del enfoque regional en México, se convierte en una paradoja. Mientras unos son sociables otros no lo son, mientras unos pueblos festejan otros lloran, mientras unos danzan otros rezan. Este es el manto de misticismo que de manera somera envuelve el pueblo mexicano en su conjunto.
México, como mosaico de la verdadera pluralidad y de las diferentes formas de vida, se erige en el escenario internacional como punto de flecha que define su originalidad pero que el mismo tiempo interactúa en el espacio cosmopolita de las sociedades globales.
El tiempo y el espacio como amigos y como enemigos han permitido que la exuberancia en las formas de entender la vida, la fiesta, el llanto, las costumbres, le de un toque muy especial a la manera de ser del pueblo mexicano. Es ahí donde encontramos esa gran diversidad, la formación de cada una de las regiones cuyos elementos, o miembros se definen por alguna decisión, pero siempre mostrando esa unión que; que hoy por hoy nos distingue de las demás naciones simple y sencillamente porque nos deslindamos unos con otros.
México es diferente desde el Angulo que se quiera observar, tratar de pensar lo contrario y querer homogeneizarlo, es hacer que se desprenda de su esencia, de aquel rayo de luz que lo hace diferente de los demás y que al mismo tiempo lo exalta y lo engrandece. Es diferente a los demás y no por ello es mejor o peor simplemente reclama su derecho divino de ser como es y no como debiera ser.
Hablar del regionalismo mexicano es poner en el altar de la crítica que existe un norte y un sur, un oriente y un occidente y que en cada punto existen diferencias pero también existen similitudes. Así es México, diferente de Baja California a Yucatán y de Veracruz a Jalisco. Diferente de el Vizcaíno hasta Lacandona, diferente de Acteal hasta la cuidad de México pero similares de una cosa; el espíritu mexicano.
Le debemos a la geografía esta gran variedad de climas y regiones. Son, en un primer momento, estas diferencias geográficas las que han hecho que cada pueblo adopte una forma de vida diferente. Pero también la economía, la política, y la administración han propiciado grandes diferencias en la sociedad mexicana.
Si habláramos del regionalismo mexicano desde un punto de vista político, tendríamos que remitirnos obligatoriamente al análisis social y psicológico que estas ramas han hecho del mexicano. Es precisamente la política la que ha entendido que el pueblo de México es diferente, y a partir de esto cada partido ha amasado sus bastiones de voto duro. Es por eso la gran variedad de corrientes políticas que oscilan entre derecha, centro, izquierda; y las demás variantes que de ellas mismas han salido.
Hoy es posible observar que ante tales diferencias, oferta políticas se han ampliado. Hoy es posible ver que se crean partidos para todos los sectores y para todos los intereses. Partidos para pobres y partidos para ricos, tienditas de la esquina para las clases populares y grandes centros comerciales para las clases adineradas, justicia para pobres  y justicia para ricos, salud para pobres y salud para adinerados, y no pretendo satanizar a unos y angelizar a otros, sino poner sobre la mesa las grandes diferencias que existen, no es lo bueno ni lo malo, simplemente lo diferente.
En México existen formas de entender la vida de diversas maneras, algunos apegados a la mística y la religión y otros entregados a cuestiones más terrenales y superfluas. Pero en este gran coctel, todos aunque diferentes, tienen una pieza clave dentro del gran engranaje que es este país. 
A simple vista, en este siglo XXI pareciera que las diferencias que existían de antaño se han rebasado y que México es un país más homogéneo. Pero si miramos más allá de la tendencia igualizante de ciertos grupos, podemos descubrir la gran riqueza cultural que aun persiste en esta nación.
Durante mucho tiempo se ha querido suprimir la diferencia, se ha estigmatizado a las personas que quieren conservarla y se les asemeja con locos que no quieren el progreso. Lo diferente en este sentido es malo, raro, anticuado, no esta “in” como algunos grupos lo manejan. Lo diferente es sinónimo de atraso y de algo que se tiene que suprimir.
Que desgracia tan grande que esta idea ignorante cada día cobre mas fuerza. No se han dado cuenta que podemos ser iguales en la diferencia, que formas de vida distinta son necesarias para coexistir. Que rescatar y valorar lo diferente nos hace únicos, que nos pone a la vanguardia sin dejar de ser lo que hemos sido por muchos años.
Grandes sucesos históricos han marcado la línea histórica que nos esta tocando vivir, grandes han sido los esfuerzos por conservar y defender lo nuestro; recurro nuevamente al maestro Paz al decir que el mexicano es un ser hermético que solo se abre el exterior en las fiestas. Este hermeticismo ha sido el causante de que hoy aun existan individuos, sociedades y pueblos que ponen por delante su derecho a ser diferentes.
Aun en este mundo en el que los adelantos científicos han proliferado en demasía, en donde hoy es posible comunicarse de un lado a otro del planeta en cuestión de segundos en donde también podemos encontrar allá en los pueblos de aquel “México profundo” de Guillermo Bonfil, en las sociales indígenas, a las más puras muestras de expresión cultural, astronómica y política que después de varios milenios han logrado rebasar la barrera del tiempo.
Es en este momento en el que podemos tener muestra palpable de lo que el regionalismo ha logrado mantener aun contra el tiempo y el espacio, y de las propias formas de querer ser como sociedad.
Es precisamente en lo indígena, en esa sociedad real que ha permanecido por miles de años, en lo que el mexicano debería encontrar su origen, su esencia, y no tratar de negarlo o aniquilarlo como durante mucho tiempo se hizo.
Este es el momento de valorar lo indígena, no sólo en exposiciones o museos, sino adentrarnos en ese mundo y hacer que esas formas de vida, esas diferencias, sigan teniendo su derecho a ser diferentes por el simple hecho de existir y que forman parte sin lugar a duda de cada uno de nosotros como mexicanos.
El enfoque regional de México debe ser el estandarte que reclame su derecho a ser distinto, para que su diferencia no encuentre más obstáculo que la diferencia misma de los otros.
Hoy día, no resulta realista plantear esta cuestión como el enfrentamiento de dos polos: uno poderoso (el Centro) y el otro débil (la Región). Lo que sí puede observarse es una osmosis o mutua interdependencia, que no apunta a una relación vertical de jerarquía, sino que a situaciones de tensión y/o cooperación.

Es en este preciso momento donde le debemos tanto al tradicionalismo, y este debe ser el estandarte que se reclame para que de alguna manera se siga conservando y con ello el inseparable origen de nuestro pueblo mexicano.

Nunca antes la vida ha estado tan abierta. En ningún otro momento hemos tenido tantas cosas. Nunca antes el futuro ha dependido de nosotros mismos. Es nuestra oportunidad y nuestro riesgo. Como jóvenes tomemos nuestro papel histórico, porque el alma de México hoy reclama lideres invencibles en la adversidad y flexibles en la prosperidad en conservar el regionalismo.

Pero bien podríamos terminar con esta frase que el regionalismo dura mientras dura su identidad forjada, por eso son inmortales los que luchan por conservar a es pueblo mexicano, con esas raíces y esa fruto vivo de la historia que nos ha distinguido en todo el mundo.





Fuentes.

-           Paz, Octavio, “El laberinto de la soledad”, Fondo de Cultura Económica, Mexico, 1991.
-           Navarrete, Jorge Eduardo (1992); “Otro falso dilema: regionalismo y globalización”, en Revista Mexicana de Política Exterior, Nº 36-37; otoño-Invierno; Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos.  Nueva Época.  México DF. 

-           Ibáñez, Josep (1999); “El nuevo regionalismo latinoamericano en los años noventa”, XVIII Jornadas de la Asociación Española de Profesores de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales, dedicadas al tema “Iberoamérica ante los procesos de integración”
-           Ikenberry, G.  John (1998); “Globalización, regionalismo y el futuro de la economía mundial”, en Dinámica de las Relaciones Externas de América Latina y el Caribe; Secretaría Permanente del Sistema Económico Latinoamericano – SELA; Buenos Aires, Ediciones Corregidor. 











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